Cala Salada y Cala Saladeta, dos joyas marinas en Ibiza

a isla de Ibiza esconde en su compacta y variada geografía un amplio catálogo de estampas que van desde los montes cubiertos de espesos bosques de pinos hasta contundentes acantilados, pasando por valles y amplias planicies de cultivos mediterráneos. Sin embargo, hay un paisaje que desde siempre ha cautivado al visitante por encima de los demás: la costa. El litoral ibicenco cuenta con rincones y playas de una belleza espectacular que año tras año cautiva a miles de viajeros y residentes. Y es en esta cotizada categoría donde destacan dos playas, Cala Salada y Cala Saladeta, dos joyas marinas en Ibiza.

Ambas calas se encuentran muy próximas, separadas por un pequeño tramo de acantilado de baja altura sobre el que se abren un camino y un sendero que las conectan entre sí. Situadas a unos 4 kilómetros al norte de Sant Antoni, la belleza del paraje que las alberga las ha convertido en un destino popular prioritario. Dado que en verano el acceso en coche está restringido, se recomienda el uso de dos cómodas opciones de transporte público para llegar a ellas: el barco y el autobús. Desde el puerto de Sant Antoni parten barcas que nos acercarán a la cala en un recorrido que, además, nos obsequiará con bonitas estampas de la costa de Sant Antoni.
Si optamos por el autobús, podemos utilizar la línea que nos llevará desde la estación de autobuses de Sant Antoni hasta la misma playa, con parada en la zona de Can Coix, donde se habilita un parking disuasorio para el que quiera dejar allí su vehículo.
La llegada natural es a Cala Salada, por el camino principal de acceso, que nos sitúa frente al horizonte marítimo. Cuando nos acercamos podremos apreciar que su orilla está compuesta de arena y pequeñas piedras. A la izquierda se alzan varias casetas varadero que, alineadas unas junto a las otras, definen un perfil muy característico de ese tramo. Frente a ellas, sus respectivos muellecitos artesanales en las que se amarran las barcas correspondientes y que sirven como improvisado solarium para muchos bañistas.



También divisaremos a la izquierda el único restaurante de la playa, un establecimiento familiar que ofrece la posibilidad de disfrutar de platos típicos de la gastronomía local, especialmente aquellos relacionados con los arroces, el pescado fresco y el marisco. A la hora del baño, los fondos que contemplaremos varían, con tramos arenosos y otros en los que las rocas y la posidonia se combinan para formar una alfombra submarina llena de vida y belleza. Y si miramos al frente, sobre la línea del horizonte, contemplaremos el perfil de la isla de Sa Conillera. Si aguardamos hasta la hora del atardecer, Cala Salada nos regalará una espectacular experiencia con sus inolvidables puestas de sol.


Si miramos al lado derecho observaremos en un recodo de la costa la hermana pequeña de Cala Salada, Cala Saladeta. Para llegar a ella podemos seguir un sendero que discurre por el acantilado que separa ambos arenales. El itinerario nos brindará unas vistas paradisíacas en las que el blanco de la arena del fondo y el turquesa de las aguas acaparan todo el protagonismo. Tras caminar apenas 200 metros llegaremos a Cala Saladeta, de unos 60 o 70 metros de longitud.
Amparada por el bosque que la precede y flanqueada por acantilados de mediana altura, la cala se encuentra protegida del viento y con una orientación sur, lo que la convierte en un rincón perfecto.
No tiene servicio alguno, por lo que siempre es recomendable ir pertrechado con agua y una sombrilla propia para disfrutar al máximo de la jornada. Sus fondos son de arena y aguas prístinas, al más puro estilo caribeño.
Cala Salada y Cala Saladeta también forman parte de interesantes recorridos para los amantes del senderismo y la naturaleza. La ruta que parte de Caló des Moro, por ejemplo, ofrece 12 km de recorrido que nos llevará por lugares tan emblemáticos como Cala Gració y Cala Gracioneta, pasando por el mirador de Cap Negret o Punta Galera, además de la propia Cala Salada. Ésta también es el punto de partida de otra excursión altamente recomendable, la de Ses Fontanelles. La senda está indicada en el último recodo del camino de acceso a Cala Salada y nos llevará hasta el lugar que alberga Sa Cova des Vi, donde se conservan las únicas pinturas rupestres de Ibiza y que, además, brinda al caminante unas panorámicas espectaculares de la costa ibicenca.
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