Sonia Torres Boned


Sonia Torres Boned: “La agricultura crea paisaje: los turistas paran a hacerse una foto cuando una finca está cuidada”
[Sant Antoni. Agricultora. Dirige la cooperativa Ecofeixes.
Explota la finca ecológica Can Blai – Sant Rafel– junto a su pareja]
¿Cuál es la semilla de la que nace Ecofeixes?
Un proyecto de dinamización de la agricultura ecológica que un grupo de payeses solicitó al grupo Leader. Era 2011. Yo fui la dinamizadora de ese proyecto y me encargué de hablar con los payeses. Parecía que había una preocupación común por la dificultad de comercializar los productos. Había muchos costes para colocarlos en el mercado. Los agricultores querían dedicarse a cultivar, pero al tener que hacer la gestión de las comandas, el reparto o la facturación a los clientes se quedaban sin tiempo para lo importante.
¿Ahí empieza tu interés por la agricultura?
Soy economista de formación y venía de trabajar en banca. Quise cambiar de vida, volví a Ibiza y empecé a dedicarme al desarrollo de sectores paralelos al turismo. Uno de los agricultores más jóvenes con los que hablé durante aquel trabajo de dinamización me preguntó qué me llevaba a casa cuando terminaba de trabajar en el banco. “No lo sé… ¿dolor de cabeza?”, le respondí. “Pues yo, cuando me voy a casa, me llevo una caja de verduras. Y el bienestar de saber que estoy alimentando de forma sana a un grupo de personas de la isla”, me dijo. Ahora, esas palabras son muy importantes para mí, más aún teniendo niños pequeños. Hasta los pollos que nos comemos y con los que hacemos el caldo los criamos en casa. En aquel momento, viendo que ni las fincas de mi padre, ni estos campos, que son de mi suegra, estaban cultivados, mi marido y yo pensamos en dedicarnos también a la agricultura y a dejar de llevarnos a casa dolores de cabeza.
¿Y hasta cuándo os duró el romanticismo? Porque un payés también sufre bastante. A vuestro trabajo lo amenazan muchas cosas que no podéis controlar.
Claro, no es todo positivo en la pagesia. Tienes que trabajar haga frío o calor. Esta finca fue una de las afectadas por la última granizada. Los ingresos que pensábamos sacar por una siembra de alcachofa bastante grande se fueron por el sumidero. Esos contratiempos los vas viendo poco a poco, pero también es cierto que, al menos nuestras familias, cuando llegamos con veintipico años y les dijimos que queríamos dedicarnos en serio a la agricultura nos han ayudado mucho. Aquí nunca faltan manos. Después de decirnos, claro, que estábamos locos porque teníamos una carrera y podíamos trabajar de otra cosa [ríe].
Para la generación de vuestros padres vuestra vocación debe ser como un retorno a la infancia, a aquel Sant Antoni donde no todo el mundo se dedicaba al turismo.
Claro, ellos son los primeros que aman la tierra. Mi padre me inculcó que nunca había que vender un terreno porque si un día pasas hambre siempre podrás sembrarlo y producir alimentos.
En Sant Antoni y en otros municipios de la isla existe una hornada de personas que compartís edad, inquietudes y modo de vida. ¿Hasta qué punto tiene importancia el factor generacional?
Ha sido fundamental para juntarnos. Casi todos los socios de Ecofeixes hemos estudiado una carrera. Eso significa que hemos vivido fuera de Ibiza. Ese tiempo lejos de la isla te da una apertura de miras importante cuando vuelves a la isla. Creer que lo que haces es lo mejor para ti, los tuyos y para los que vivirán aquí en el futuro te da persistencia y ganas, necesarias cuando llegan los momentos malos. Unirnos fue muy importante porque prácticamente ninguna de nosotras tenía conocimientos en el sector primario. Trabajar juntas ha sido la manera de ganar esos saberes. Nos habíamos saltado una generación porque nuestros padres no fueron agricultores.
¿Una serie de secretos se había quedado por el camino?
Exacto. Las charlas que teníamos durante los primeros años sobre cómo nos salían las cosas fueron esenciales para mejorar porque este oficio no es tan fácil como pueda parecer. Eso se lo decimos a los nuevos socios de Ecofeixes.
¿Cómo le explicarías a una persona que no tiene ni idea del medio rural qué es la agricultura ecológica?
Básicamente, lo que nos diferencia son los productos que puedes utilizar: no usamos químicos, solamente recursos naturales. Eso influye en la manera de trabajar la tierra. Porque, precisamente por los productos que podemos usar, si una enfermedad o plaga ataca uno de nuestros cultivos no podemos actuar. Por eso en las fincas ecológicas se previene en vez de curar. En el fondo, la agricultura ecológica no ha inventado nada nuevo. Antes de la revolución verde no existían los herbicidas. Ahora se lanzan antes de cultivar la patata y luego tú te la comes. La agricultura convencional tiene que batallar mucho más que nosotros con el precio: sus costes deben ser bajos y la producción, elevada. El certificado ecológico asegura que los productos sean de payés: esa diferenciación nos da cierto margen para jugar con el precio.
Otra característica de vuestras fincas es la recuperación de variedades autóctonas de fruta, hortaliza y verdura que se habían perdido porque no tenían suficiente rendimiento. No eran rentables.
Es una idea que avanza poco a poco. No creo que tengas que destinar toda la producción de tu finca en las variedades tradicionales, pero sí creo que es la manera de diferenciarse. Pebrera blanca, ceba vermella, síndria ratllada, meló eriçó, tomata de penjar… Cada vez hay más productos que la gente reconoce y busca. También nos los piden restaurantes. A algunos les encantaría servir, por ejemplo, meló eriçó durante todo el verano, pero no es posible porque estas variedades suelen tener un tiempo más limitado que las convencionales. Por eso siempre les digo a los restauradores que se trata de limited editions. También es una forma de vender [ríe].

¿El auge de la restauración que estamos viviendo en Sant Antoni desde hace unos años os ha ayudado como productores?
Es un arma de doble filo. Por un lado, el cliente buscará ese producto diferenciado y al restaurante le interesa que esté presente en sus cocinas y cartas. Pero, por otro lado, y hablando en general, creo que hace falta más conexión entre los chefs y los productores. También es cierto que julio y agosto son meses muy intensos y no todo el mundo tiene tiempo para levantar el teléfono y ponerse a buscar. Desde Ecofeixes estamos trabajando muy duro para asegurar una oferta continua de producto y lo estamos consiguiendo. A los restaurantes que apuesten por nosotros y nos compren el 80 por ciento de la fruta y la verdura que cocinan les dejaremos poner nuestro sello en su carta. Creo que sería una buena estrategia de marketing para ambos. Este verano también hemos notado de rebote los problemas que ha tenido la restauración para contratar personal, sobre todo cualificado, o sustituir a los empleados que se contagiaban de covid. Pero la temporada ha sido muy buena para los restaurantes y eso es positivo para los agricultores porque somos dos sectores que caminan de la mano. Si vas a comerte un plato de veinte, treinta o cuarenta euros quieres encontrar sabores auténticos y diferentes.
Ya que hablamos de marketing, ¿cómo crees que influye a la imagen de un municipio tan turístico como Sant Antoni que aumente la cantidad de superficie cultivada?
Seguro que hay mucha gente que no se cree que esta finca esté en Sant Antoni [ríe]. Muchos turistas que pasan sus vacaciones en el pueblo no piensan que el municipio también tiene un lado payés, con pueblecitos tan auténticos como Santa Agnès o Sant Mateu. Si lo vendiéramos más, mucha gente que nos visita alucinaría. Soy de ses Païsses, he ido a escuela a Can Bonet, mi instituto fue el Quartó de Portmany, he hecho mucha vida en Sant Antoni y creo que es necesario cambiar la imagen que muchos tienen del lugar en que vivimos.
La agricultura crea y recupera el paisaje, pero quizás no somos conscientes de las horas de trabajo que implica.
La agricultura crea paisaje. Los turistas paran a hacerse una foto cuando una finca está cuidada. Cuando empezamos con el proyecto de Can Blai una de las primeras cosas que hicimos fue recuperar los muros de pedra seca. No es lo mismo pasar con el coche junto a una finca y ver una pared perfecta que un montón de piedras esparcidas por el suelo. Además del peligro que supone para el tráfico. Para que el perfil de turista que venga a Sant Antoni valore estas cosas tenemos que cambiar la imagen. No estoy a favor de los alojamientos turísticos en las explotaciones turísticas, pero sí creo que sería positivo vender experiencias de unas horas o un día para que visitar una finca.
Como se hace en una bodega de vinos o una fábrica de cerveza.
Eso es. Los visitantes descubrirían cómo se trabaja la tierra fuera un atractivo turístico más de Sant Antoni. Tendríamos que cobrar entrada, claro [ríe]. Creo que para las instituciones es un reto implicarse en proyectos así. Ya existe algún plan, pero está enfocado a escolares y es positivo, pero este mundo también hay que abrirlo a los adultos.
¿Cómo os ha venido el covid a los payeses de Sant Antoni?
Durante el confinamiento notamos que se despertaba el interés hacia el producto de kilómetro cero. También hacia nuestro trabajo. Era como un agradecimiento a las personas que nos dedicamos a cultivar la tierra. Creo que tiene que ver con la salud. El covid nos ha concienciado sobre la importancia de estar sanos. Y, además, creo que ahora pasamos más tiempo al aire libre. Hacemos más planes en el campo después de haber estado encerrados en casa. Creo que todo eso ha influido en que las ventas de Ecofeixes hayan subido, y en que cada vez más gente joven quiera dedicarse a la agricultura. Tenemos que ayudar mucho a esos jóvenes payeses porque, como ya he dicho, igual que nos pasó a nosotros, sus padres no se dedicaban al campo y también tendrán que hacer toda la inversión de cero: tractores, sistemas de riego, plantación de frutales… Las cooperativas son una buena herramienta para canalizar esos esfuerzos.
Ahora mismo Ecofeixes cultiva de forma ecológica 22 hectáreas. ¿Crecerá esta superficie?
Nuestro futuro pasa por ahí. Estos proyectos deben tener tres pilares: sostenibilidad social (quien trabaje en una finca ecológica tiene que cobre un sueldo justo), ambiental y económica: no puede ser deficitario. Si queremos aumentar la rentabilidad necesitamos cultivar más feixes. Ese es el mejor remedio contra el abandono de los campos. Si tu finca ya está cultivada y la de tu vecino no se trabaja, hablaréis, y si te deja, aumentarás tu producción de una forma sostenible. Y, cultivando ese campo, lo estarás custodiando porque las payesas, al final, no somos más que eso, personas que custodian el campo, que lo protegen.
¿Se vive más lento cuando trabajas en el campo?
A todo el mundo le recomiendo que salga a pasear a la naturaleza una hora al día. Aquí no dejas nunca de hacer cosas, pero la vida es más contemplativa. Tienes tiempo para pensar. Llevas el móvil en el bolsillo, pero si hay que recoger habas no puedes estar mirando el WhatsApp. Eres consciente de lo que haces en el ahora.
